Poetas colaboradoras con Poetas con Ñ.

Bienvenidos a la sección dedicada a las poetas que forman parte de Poetas con Ñ. Este espacio celebra y destaca el talento, la diversidad y la voz única de mujeres poetas de distintas partes del mundo hispanohablante.

 

Aquí encontrarás las fichas individuales de cada poeta participante, con información detallada sobre su trayectoria, obras publicadas y contribuciones al proyecto. A través de sus biografías y videopoemas, podrás sumergirte en sus universos poéticos y conocer más sobre sus estilos, influencias y perspectivas.

Nuestro objetivo es crear un archivo vivo y en constante crecimiento que refleje la vitalidad y la riqueza de la poesía femenina contemporánea en español. Cada nueva incorporación a esta antología es una muestra de la multiplicidad de voces y acentos que enriquecen nuestra lengua y nuestra cultura.

 

Explora, disfruta y déjate inspirar por las palabras y las imágenes que estas talentosas mujeres nos regalan. Acompáñanos en este recorrido poético y descubre la magia de la poesía femenina en español.

 

Explora la sección de poetas que forman parte de este proyecto, donde encontrarás fichas y videopoemas de talentosas mujeres poetas de todo el mundo hispanohablante, celebrando la diversidad y riqueza de la poesía femenina contemporánea en español.

Cleofé Campuzano

Murcia (España)

Cleofé Campuzano Marco (Murcia, 1986) es poeta, educadora social y gestora cultural. Ha colaborado en diversos medios con trabajos científicos y reseñas. Ha participado en revistas de poesía y espacios literarios.

Actualmente, reside en Lleida y compagina la producción literaria con trabajos de investigación, la intervención socioeducativa y el comisariado pedagógico de arte contemporáneo. Incluida en las antologías Encuentros con la poesía en la Casa Natal de Miguel Hernández. 27 poetas (Fundación Cultural Miguel Hernández, Orihuela, 2019) y Excentricidad. 11 poetas que abren camino en la poesía española contemporánea 1959-1986 (Jose Antonio Olmedo, Celya editorial, 2022). Ha publicado los poemarios: El ocho de las abejas (Devenir, 2018), Paz primaria (Devenir, 2021) y A aquel remanso le debo una isla (Ad versum, 2022).

En el campo de la poesía experimental, ha participado en Festival Embarrat (Tárrega, 2023) Y  Festival MEM (Bilbao, 2023) con la pieza poético-sonora Cuando el germen sueña con la diáspora, Exposición colectiva Imaginaris multiespècies (Centre d’Art La Panera, Lleida, 2023) con Indensats al vers y  Exposición colectiva Incertdumbres (Biblioteca Rina Sofía de la Universidad de Valladolid, 2024) con la seria Última oportunidad.

LO QUE EL TIEMPO NOS HACE

Me devoran las palabras
para no ser halladas.
Ahora me lanzo a un conjurado mar
y me he pregunto
si todo lo conocido ha sido creado
para mirar de espaldas.
He enterrado los bosques
bajo una corteza sin estrato
donde no pueden aspirar a ser mundo.
También he visto
cómo se desataban los animales más fieros
y nos obligaban a refugiarnos en la entraña.
Me devoran las palabras
para no ser halladas;
es el lamento no fallido del instante.

SOMETERSE A SU MUERTE Y AL INSTANTE TERRIBLE

 

[Encontré esa tierra. Mentes hermanadas -amor donde hubo amor-. Oí esa voz que emerge de los lugares infértiles como si hubieran tenido siembra alguna vez]

 

 

 

Yo estaré lejos del prodigio.

Un verano o un invierno corriente

me dará la bienvenida.

Espalda que frecuenta la finitud

y el pálpito de la memoria:

someterse a su muerte

y al instante terrible

del sol más dócil o acaso

más dolido por ausencias.

 

AD ASTRA

 

Durante la noche es fácil ver una forma celeste;

un hambriento estado poderoso implacable sobre la verdad.

No tengo nítido el color de la distancia, el olor

de lo que hubiera sido posible si el ahora fuera distinto.

Las bóvedas iluminadas dejan ver la vida que ultima su historia,

la madreperla del futuro en parte conocido.

La espera arcillosa, deslindándose en arcos monumentales

y naciendo desde allí como única cosa posible, idolatrada.

¿Y si yo pudiera regalarte a ti lo que me queda?

¿Qué historiografía nos relata fuera de este mundo?

¿Y si yo te regalara el barro de mi conciencia

como breve instancia a lo eterno?

Elsa Lopez

Fernando Poo (Guinea Ecuatorial)

Nacida en Fernando Poo, Guinea Ecuatorial, 1943. Catedrática y Doctora en filosofía, miembro correspondiente de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, miembro de la dirección ejecutiva de Canarias en Europa Sociedad para la Promoción Cultural de Canarias y Embajadora de Buena Voluntad de la Reserva de La Biosfera Isla de La Palma ante la UNESCO. Ha sido presidenta de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid (1987-88); organizadora y miembro del grupo poético literario La Ortiga; fundadora y directora de Ediciones La Palma (Madrid 1989); fundadora de La Casa de Jorós (Centro de Arte Popular, La Palma 1993); diseñadora y coordinadora para el Gobierno de Canarias de los proyectos El Papel de Canarias (Madrid 1993) y Memoria de las Islas (Canarias 1994-2000); y directora de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores (2002-2006). En la actualidad es Presidenta del Ateneo de La Laguna y dirige Ediciones La Palma y Promoción Cero, dedicada a la difusión de la literatura y el arte de jóvenes creadores.

 

En poesía ha publicado “El viento y las adelfas” (Régulo, 1973). “Inevitable Océano” (Torremozas, Madrid, 1982). “Penumbra” (Tagala Ediciones, Tenerife 1985). “Del amor imperfecto”, Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla 1987. (Rusadir, Málaga 1987). “La Casa Cabrera” (La Palma,1989). “La Fajana Oscura”, Premio Internacional de Poesía Rosa de Damasco 1989. “DarTlass” (Dar-Tlass, Damasco 1990). “Cementerio de elefantes” (Gobierno de Canarias, 1992). “Al final del agua” (Julio Castro, 1993). “Tránsito” (La Fábrica Libros, Tenerife 1995). Magarzas (Litoral Elguinaguaria, Lanzarote 1997). “Mar de amores”, XII Premio Nacional de Poesía José Hierro 2001 (Universidad José Hierro, Madrid 2002). “Ministerio del aire: Antología 1973-2003” (Baile del sol, Tenerife 2003). “Quince Poemas (de amor adolescente)” (Aula Poética Casa del Inca, Montilla, 2003). “La pecera” (Aristas de Cobre, Córdoba 2005), “A mar abierto” (Poesía 1973-2003) (Hiperión, 2006), “Travesía”, XIII Premio de Poesía Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina” 2005 (Hiperión, 2006), “De la A a la Z Canarias” (Editorial Everest, 2008), “Ofertorio” (Ediciones Idea, 2008). “Viaje a la nada”, Hiperión. 2016 y “Últimos poemas de amor”, Hiperión, 2018.

Sus poemas han sido traducidos al árabe, francés, inglés, italiano, neerlandés y portugués y parte de su obra poética ha sido incluida en antologías nacionales e internacionales

GUINEA ERA MI MUNDO

Mi infancia tiene nombres:
Rio Muni, Santa Isabel, Ekuko,
Ebibiyin, el bosque Fang, los pamues,
y el cuento de una boa que devoraba el cielo.
Mi mundo era una playa de arenas infinitas,
palmeras que se doblan hasta alcanzar la orilla
de un océano único sin horizonte alguno
y un niño de piel negra dormido sobre el tronco
sus bracillos colgando sobre el añil del agua.
Mi mundo era esa playa.
Los niños calabares desnudos en la espuma
y miles de cangrejos
brotando entre mis dedos como corales rojos
y una barca sin remos que avanza hacia nosotros
cargada con la pesca del sol y la alegría.
Guinea era mi mundo.
Un viejo paraíso poblado de serpientes,
tiburones azules, y hausas de colores
sentados a la puerta y al calor de mi madre.
Mi mundo era la selva y un elefante herido.
Un río y los cayucos
sorteando los cuerpos de hipopótamos grises.
Y quedarnos absortos oyendo los tambores
que anuncian nuestro paso camino de un poblado
donde aguardan los viejos y sus viejas historias
de bosques y elefantes que van hacia la muerte.
Oler los cafetales,
escuchar el estrépito enorme de los pájaros
y oír la algarabía de los pequeños monos
que brincan por los árboles.
Y ver cómo maduran la yuca y la malanga
y devorar el jugo de un coco entre las manos
y bailar un balele a ritmo de tambores
al compás de la selva y sus tristes aullidos.
Aquel era mi mundo, especial y distinto,
y no habrá ningún otro ni yo seré la misma.

(Inédito 2006)

TE MORIRÁS PRIMERO

Te morirás primero, ya lo sé.

No creas que me importa.

Me vestiré de gala,

con los tacones altos miraré las estrellas

y andaré por las plazas como si fuera fiesta.

Ya verás, cuando te mueras

irán nuestros amigos al entierro.

Habrán ramos, ofrendas,

un latido de pájaro golpeará las ventanas

y el altar se hará añicos durante el ofertorio.

Yo me pondré las gafas de no querer mirarte,

las de mirar el mar y verlo a mi manera.

Escucharé tus versos,

aquellos que escribiste antes de yo leerlos,

seguiré las estatuas

y me vendrá tu llanto y el amor que no tuve.

¿Te imaginas, amor?,

tú allí, muerto, tan solemne y tan quieto,

y yo un bullir de rosas en los bancos del fondo.

Yo, de rojo vestida, trenzas negras mi pelo

y las manos muy blancas acariciando espejos

por donde te has mirado.

Sin una sola lágrima.

Oculta por la pena que siempre fuera mía.

Pensando en tus caricias

y el júbilo perfecto de una siesta de sol

que nunca llegaría.

 

¿Te imaginas, amor?

Tus nietos, tus parientes,

y en el último asiento una hermosa muchacha

iluminado el arco de sus blancas axilas

por la luz de tus ojos.

Vendrán los oradores y hablarán de tu ingenio,

de tus muecas feroces,

de las horas amables en que ocupabas sitios,

lugares acordados.

Hablarán de tus gestos, de tu bufanda oscura,

del inconstante deleite de tu boca,

del mar que te ocupaba los momentos felices.

Llorarán los acólitos,

las vírgenes de plomo, los ángeles de cera…

 

Y nunca sabrá nadie que me he muerto contigo.

 

En la estación hay rostros, miradas,

hombres grises con los ojos perdidos

disueltos para siempre en luces blanquecinas.

Hay un hombre de negro

y una niña sin brazos la muñeca de trapo

con alfileres blancos clavados en el pecho.

 

Los perros de la noche aúllan su fracaso

como lobos hambrientos a los pies de mi cama.

Y amanece de pronto y se disipa el llanto

y ruedan por la alfombra cabezas laureadas.

Y mi pena se vuelve afilado colmillo.

 

He vuelto la cabeza

─los ojos arrasados─

y he mirado hacia el cielo techado de cristales.

Es la hora

―anuncian―

y yo he subido al tren.

Las manecillas marcan este viaje final

trazado en los raíles y en las venas del alma.

 

El verde reproduce el color de las algas

y el viento en los olivos

imita el movimiento pendular de las olas.

No hay sonidos.

Sólo un ruido impreciso que me lleva hacia el norte.

 

Yo miro el horizonte, las montañas,

sus abultados vientres,

sus rodillas hinchadas cubiertas de amapolas.

Y me limito a constatar el aleteo

y el suave parpadeo de los ángeles.


Navego hacia otras islas.

 


(Travesía. 2006)

Sí. Yo soy esa niña dolorida y ausente

que camina sin rumbo por las tierras del sur.

Sin párpados mis ojos nunca podrán mirarte.


Yo soy la que navega por las aguas del Ganges

abierta en canal como una vaca enferma

y arrojada al camino de cien pueblos distintos.

 

Yo soy. Sí. Yo soy esa niña sin clítoris ni lengua.

Yo soy la presentida. La muerta en vida.

La que han casado en vano con abuelos y príncipes.


Sí. Yo soy la que tú miras sentada en esa esquina

y extiende sus dos manos para que la acaricies

y le des un mendrugo o un beso que no pide.

 

La que se arroja al agua desde un acantilado

para dar de comer a ballenas hambrientas.

La que viaja en patera sin hermanos ni madre.

 

Sí. Yo soy esa. La sin tribu. La herida.

 

(Inédito)

Katy Parra

Totana (Murcia, España)

Gestora cultural. Dirige y coordina diferentes talleres y encuentros literarios desde 1998 como el Encuentro Internacional Ártemis de poesía o los cursos de formación literaria para internos/as en el Centro Penitenciario Murcia II.

Ha publicado algunos libros, sobre todo de poesía para adultos, pero también para niños, y ha conseguido algunos premios, entre los que cabe destacar, el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández Comunidad Valenciana, con el libro Coma idílico (Ed. Hiperión), Premio de Poesía en Lengua Castellana Viaje del Parnaso, con el libro Por si los pájaros (Ed. Visor), Premio Internacional de Poesía de Humor Jara Carrillo, el Premio Internacional de Poesía 1º de Mayo del Ateneo de Madrid, o el Premio Río Ungría de Poesía en Guadalajara, Premio de Poesía José Chacón.

EL ÚLTIMO TANGO

 

No puedo ahora frenar

la rotación inmensa del abrazo

para medir su órbita.

Claudio Rodríguez

 

¿Qué quieres que te cuente del amor

alguien que nunca ha escrito en el poema mariposa o

abril?

 

 

Yo solo puedo hablarte

de los escorpiones y de las garrapatas,

de la cara de imbécil que tiene mi vecina,

de lo triste que a veces me resulta

escuchar a Coltrane

sin otra compañía que mis gatos

o del abrigo excepcional de los violines

cuando tiemblan y dudan de su música,

Sin embargo, no puedo hablarte del amor.

Ese altivo juglar no me quiso en sus filas,

y ahora estoy aquí como un intruso,

escribiéndote a ti que estás leyendo

y mirando el reloj para escaparte de toda esta indigencia,

que tal vez sabes algo de ese tipo

y de sus maniobras,

que también –es posible– te haya dado plantón;

a ti, que desconoces mi lado más siniestro,

el tabaco que fumo

o a qué hora inservible

maldigo las canciones y me arrastro

hasta mi habitación sin dignidad

para seguir bebiendo esta indolencia.

 

 

¿Qué quieres que te cuente del amor

quien no supo medir su abrazo ni su órbita?

 

 

Del libro Licencia para bailar Ed. Valparaíso

INCIDENCIA MORAL

 

Quien haya visto a Dios,
que levante la mano
y diga que no es cabra ni conejo,
ni toro ni libélula, ni hormiga ni caimán;
que atestigüe que es hombre
y que todo lo hizo como lo haría un hombre:
nunca como lo haría un perro o un lagarto,
sino con la conciencia brutal que alberga el hombre,
para que sus hijastros se parezcan a Él,
para que no haya dudas
de que el hombre es capaz de crear y matar
con la misma pasión que jura o que maldice.
Quien haya visto a Dios,
que levante la mano y diga la verdad:
¿Qué dios resistiría la vergüenza de ser el artesano
de tantos asesinos?

ZONAS MIXTAS

 

Tania siempre sonríe. Limpia

los desperdicios de las zonas comunes

y sonríe sin métrica.

Sus ojos verdeados con luz de precipicio

se asoman al estiércol con escoba.

Resumen en un cubo

el ataque de nervios de Daniel,

las hostias de Mariela,

los vómitos de Mikel y de Adrián.

Tania siempre sonríe.

En su patio interior

le caben casi todos los cadáveres.

Mire hacia donde mire, sonríe y barre el llanto

con precisión maníaca, con esperanza crónica.

El asco de los otros le paga el alquiler.

Maria Engracia Sigüenza

Orihuela (Alicante, España)

Mª Engracia Sigüenza Pacheco (Orihuela, 1963) es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, en la especialidad de Psicología, por la Universidad de Murcia. Trabajó en el campo de la psicología clínica, ha ejercido la docencia y actualmente se dedica a la orientación educativa. Ha participado en diversas antologías, libros colectivos, exposiciones y montajes audiovisuales, y publicado artículos y poemas en revistas y periódicos (Norte: revista de psiquiatría y salud mental, Empireuma, Cuadernos del matemático, Opticks magazine, Las afinidades electivas, Frutos del tiempo o minutocero.es).

 

Su poema «Utopías» resultó finalista con mención Honorífica en el I Premio Nacional de Poesía Villa de Madrid 2015, y su microrrelato «La joven» ganó el V Concurso de microrrelatos convocado por la editorial ACEN. Ha publicado El fuego del mar (Editorial Celesta, Madrid, 2018) y tiene inéditos Nadalia y otros relatos, y la recopilación de artículos y reseñas Por amor al arte: cine, literatura y coeducación. (Editorial Ars Poética)

La promesa del alba

(Conocer nuestra historia nos hace libres)

 

I

La tierra late en mis entrañas

y en el mar de mi vientre

la luna se mece.

Llevo un torrente en el pecho,

un manantial que me siembra,

me riega y me florece.

Soy mujer, soy raíz y soy fruto.

Por eso he nacido

y por eso muero.

 

II

Como una palmera

permanezco erguida

contra las tormentas,

contra la violencia

inmemorial del viento.

Como una palmera

siento mis raíces

hundidas en la tierra,

pero mi corazón,

dividido,

ansía volar

hacia el infinito.

 

III

Hay un ojo que me observa,

una boca que me habla,

me susurra, me llama,

nunca se calla.

 

 

Hay alguien vigilante tras la aurora,

acechando en el dédalo de las horas.

Escucho sus latidos implacables,

sus pasos que nunca me abandonan.

Presa del desasosiego,

vivo en medio de la nada.

Hay un ojo que me observa,

una boca que me habla,

me susurra, me llama.

Un engendro del pasado

que ahoga mi mañana.

 

 

Aléjate, sombra tenebrosa,

mano ensangrentada…

Ven, Libertad,

arranca el velo milenario,

nuestros ojos han de ver

la promesa del alba.

Todo

A mis hijos, Mariano y Mª José

 

La belleza de la primavera

Y la alegría del verano,

La incertidumbre del otoño

Y el temor del invierno…

 


La lluvia y el arco iris,

El horizonte y el rayo verde,

El mar imprevisible,

Y la noche misteriosa…

Todo.

 


El paisaje mágico de la luna,

La explosión de sol de los girasoles,

El amor sin límite

Y el dolor sin medida…

Todo.

 


Fuegos y tormentas,

Océanos y volcanes,

Células y eones…

 


En mi vientre fecundado,

En el mar de mis entrañas.

Todo.

 

Tu recuerdo

A mi padre

 


La luz de tu recuerdo

abre los párpados de la memoria.

Tu figura serena

atraviesa los límites del Tiempo

y acude a la llamada.

 


Soy la sangre de tu sangre,

la que tanto amabas,

y escribo con la tinta de tus venas

estas palabras que nacen

del polvo de tu ausencia.

 


Antes de que te alejes,

antes de que vuelvas

al lugar en donde habitas,

he de llorar de nuevo

lo que nunca dije,

lo que nunca fui.

He de vestirme de luto

y volver a ser crepúsculo.

Después, las Horas me llevarán,

el Universo moverá sus hilos

y la Vida se afanará por mí.

Nada puedo hacer

mas que aguardarte.

Nada podemos hacer.

 


Somos astros

perdidos en la Noche,

Auroras solitarias

condenadas al Ocaso.

Allí nos fundiremos.

 


Ahora debes alejarte,

debes regresar

al fondo de mi alma.

 

 

Ampurias

 

A Mariano

 


Nos bañamos con los dioses

Junto a aquel muelle griego.

Otra vez el mar, el mismo mar…

El mar de siempre y siempre tan distinto.

Las ciudades milenarias

Nos contemplaban en silencio.

Recuerdo tu mirada, nuestras risas,

Los pinos centenarios…

La arrolladora fuerza de la vida

Y, sobre todo, nuestro amor.

 


¿Esto también se perderá?

Preguntó mi corazón desbordado.

Se perderá, respondieron las piedras del pasado.

Se perderá, murmuró el viento de la tramontana;

Es la tragedia que arrastran los humanos.

 


Cayó la tarde como un telón de oro…

Y el agua, que aún besaba nuestros cuerpos,

Susurró con voz de griega:

Suéñalo…

Vive soñando hasta el último latido.

 

Del libro El fuego del mar (Celesta, 2018)
 

María García Zambrano

Elda (Alicante, España)

María García Zambrano (Elda, Alicante. 1973). Escritora, periodista y docente. Licenciada en Ciencias de la Información, Periodismo, y cursos de doctorado en Literatura en la Universidad de Sevilla; cursos de postgrado en Letras Modernas en la Universidad Paris-Diderot; semiótica y lingüística en la Católica Pontificia Universidad del Perú, en Lima; y literatura hispanoamericana en la Universidad de Buenos Aires.

 

Sus versos aparecen en antologías y publicaciones españolas y latinoamericanas como las revistas Turia, Revista de Occidente, Tendencias21, El coloquio de los perros, Nayagua, Barcelona Review, Santa Rabia magazine, o Nervo, y han sido traducidos al rumano, portugués e italiano. Desde los 90´s participa en diversos talleres literarios, recitales, obras colectivas en Sevilla, Buenos Aires y Madrid. Colaboradora en el programa de radio El Planeta de los libros, del Círculo de Bellas Artes de Madrid con un espacio dedicado a la literatura de mujeres. Desde el 2005 forma parte de la Asociación Genialogías, que trabaja para la visibilización de mujeres poetas. En la actualidad trabaja como profesora de literatura en Madrid, donde reside. Además, imparte talleres y seminarios de poesía escrita por mujeres en distintas instituciones.(Blog: "Hablemos, escritores)

 

María García Zambrano (Elda. 1973) Ha publicado los poemarios: El sentido de este viaje (Aguaclara, Premio Paco Mollá. 2007); Menos miedo (Premio Carmen Conde de la Editorial Torremozas y finalista del Premio Ausiàs March al mejor poemario del 2012); La hija (El Sastre de Apollinaire, 2015); Diarios de la alegría (Sabina, 2019). Esta ira (Vaso Roto 2023).

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 © Amable González

De su libro La hija, El sastre de Apollinaire 2015. Madrid

LA TRISTEZA

Todas las madres que soy debíamos hablar

aproximar posturas organizar un plan de acción para que no se desparramen leche lágrimas suero medicamentos.

La madre bandada de pájaros que espera la primavera

para regresar a su nido sentada en la única silla que no está rota.

 


La madre jeringa de leche para un gorrión se posa en la ventana.

 


La madre en carne viva sin ninguna medicina que la cure.

 


La madre esperanza que ata sus dedos al viento y anhela

la mueca que suture de una vez

la herida.

 


Todas las madres reunidas alrededor de un cuerpo

que redime con sus escasos centímetros resolvemos:

hilvanar con un hilo esta tristeza

la desesperación de no ver a LA HIJA

solo un cuerpo que se desborda e inunda

los ojos

la boca

el corazón.

Del libro Esta ira, Editorial Vaso Roto, 2023.

Las bendiciones curan

bien dicha la palabra Amor

desgarra el cielo que te cubre

tus bronquios danzan

al compás

de una música amantísima

y abres tu boca de Mirla

sobre los glaciares

 


– mudas en polvo las esquelas

talladas para ti –

 


pero no es la hora

– aunque limpiaron los nichos –

no es la hora

 


bien dicha la palabra Amor

funde los metales

y los convierte en luz

 


porque no bastará con la poesía

un ave nos ha traído

tu corazón

 


las manos pueden sentir el peso del aire

aferrándose a los muros

el deshielo de la voluntad inmóvil

todavía

sobre la herrumbre

sobre el frío de este páramo

 


porque hemos sembrado Amor y compartimos

las palabras benditas

las bendiciones curan

 


una diminuta llama

alumbra ahora

un planeta donde nunca

amó nadie

***

ESTA IRA

Que aprendáis a llorar el día breve

que enfermen vuestras hijas

y no sepáis

el nombre exacto para el miedo

en la garganta se ahogue ese pitido

y arda la madera seca de la muerte

 


sólo un día

de atravesadas horas

y luces que se enciendan

rojísimas las luces

y sean bestias

escupiendo

sobre los mausoleos

 


sólo un día

tiriten de frío azuladas las mandíbulas

y nadie pronuncie

el verbo que calme

sus articulaciones

y todo sea balbuceo

de sabio que atesora

sus cuerpos con asepsia

cuando caigan las crías

en lo ignoto

y en esas horas aprendáis

el idioma absurdo de la muerte

 


sólo un día

***

 

LA COMUNIDAD

 


No hay razón para desaparecer

 


el dolor escondido bajo llave

en los párpados bajo llave

 


no hay razón para no responder

responso respuesta responsabilidad

no hay razón en no mirar hacerse el loco yo no he sido

 


jugamos a la solitaria y atamos los hilos

cortados hilos finísimos que dieron de sí

y ahora

todas las puntas en hueco

 


no hay razón

 


(un tumulto de ira)

¿qué grita la loca con su ave de trapo?

no nos deja dormir con su llorar

de luciérnaga

habrá que denunciar que la puerta gime

por el viento y ella

con su bata ceñida

abraza a su Mirla

con la carne morosa

 


no hay razón

¿acaso no sabe que también las demás

padecemos la luz?

 


en la escalera un tazón de leche

la madre se viste de blanco

para deslumbrar a la Mirla

 


pero si no ve

(gritan las bestias)

 


ella con su máscara y confeti

el juez sabrá que no tenemos tiempo

para la compasión

 


¿y quién limpia este suelo de plumas?

 

 

Marta Sanz

Madrid (España)

Nacida en Madrid en 1967. Doctora en Filología, narradora, ensayista y poeta. Ha publicado 16 novelas, tres ensayos, cuatro poemarios, y ha sido editora de otros tantos títulos. Ha recibido el Premio Herralde de novela, el Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Ojo Crítico de RNE, el Premio Vargas Llosa de relato, entre muchos otros, además de ser finalista del premio Nadal con su novela "Susana y los viejos".

 

Su poesía completa publicada en 2022 por La Bella Varsovia está recogida bajo el título "Corpórea".

Doctora en Literatura Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, su tesis trató sobre La poesía española durante la transición (1975-1986). La carrera literaria de Marta Sanz comenzó cuando se matriculó en un taller de escritura de la Escuela de Letras de Madrid y conoció al editor Constantino Bértolo, quien publicó sus primeras novelas en la editorial Debate.

Aparte de su obra como novelista, también ha escrito cuentos, poesía, ensayos, artículos de viajes y de opinión. Colabora habitualmente en los periódicos El País (con crónicas de viajes en el suplemento «El Viajero») y en Público (en la sección «Culturas») y con la revista El Cultural de El Mundo. En InfoLibre suele colaborar en la sección «El cuento de todos», donde varios escritores desarrollan un relato.

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 © Amable González

No se puede hablar

 

del amor

en abstracto.

 

Quintaesencia cubista.

Destilación de la cebada

en un castillo escocés.

Santa hostia

entre algodones de azúcar

dentro del sagrario

de una catedral.

 

El amor solo tiene sentido

entre las cacerolas.

 

Dentro de las sílabas.

 

Plumero,

claro de luna

y factura de la luz.

 


No hace falta tatuarse

 

el cuerpo

para que esté

lleno de Historia.

 

Tengo cíngulo y estrella.

 

En el occipucio, ojo.

En el pecho, cardenal.

(Cíngulo y estrella, 2015)

 

No hace falta tatuarse

el cuerpo

para que esté

lleno de Historia.

 

Tengo cíngulo y estrella.

 

En el occipucio, ojo.

En el pecho, cardenal.

(Cíngulo y estrella, 2015)

Lo peor que podíamos contemplar lo vemos nada más salir del aeropuerto de Manila.

 

Una niña, sucia y semidesnuda, nos pide dinero.

 

Según nuestros cálculos de observador bien nutrido

-cada occidental, cuando va de viaje,  guarda en la cartera un pediatra, un economista, un telepredicador y un gastrónomo…-,

la niña no puede tener más de cuatro años.

 

Aunque quizá ya haya cumplido nueve o diez y no beba leche o fume a escondidas.

 

Si la magia y la poesía nos ayudan a digerir la escena,

tal vez,

la niña no sea más que una viejecita disfrazada de baby doll,

en Manila City,

antes de colarse en el jeepney que la conducirá a un burdel o a un pudridero

para pintarse las uñas y esperar al turista

-cada occidental, cuando va de viaje, guarda en la cartera un pederasta, un patriota, un hipocondriaco, y un ministro de Dios o del Interior…-;

si la magia y la poesía nos ayudan,

tal vez la niña sea una octogenaria que ha pasado por mil estiramientos y operaciones,

y se ha quemado las palmas de las manos para que nadie la identifique  

como reconocido miembro del hampa mendicante de Manila.

 

Pedimos que la poesía nos ayude,

pero la niña es una niña de Manila

que da golpecitos en el cristal de nuestro taxi y nosotros la vemos como frágil criatura

de huesecillos de ave y ojos de cordero.

 

Recibo en mi móvil un mensaje perentorio de Amnistía Internacional que borro

casi tan vertiginosamente como ruego que la poesía me ayude –cada occidental, cuando va de viaje, guarda en la cartera un sommelier, un meteorólogo, un futbolista y un bardo-,

para no ver a la niña puta niña puta niña mendicante del hampa de los pobres de Manila City,

que lleva en los brazos a un bebé guapísimo de redonda, gorda, cabeza.

 

Una costra de mucosidad gris le cubre el turgente pellejo.

 

El bebé le cuelga a la niña de la cintura y parece que va a caérsele.

 

Tememos oír el sonido de un odre que se estampa contra la calle embarrada

porque cada occidental, cuando viaja, esconde en la cartera un diapasón

 

para identificar el la puro entre cualquier otra nota y también guarda un ingeniero de caminos, canales y puertos.

 

Alguien que mide y compara, sin pararse a pensar por qué unos hombres tienen las piernas más largas que otros

o por qué en Manila las niñas te miran con humo

mientras golpean con sus nudillos de ave el cristal de la ventanilla del taxi.

 

Lo peor que podíamos contemplar lo vemos nada más salir del aeropuerto de Manila.

(Clavícula, 2018)

De qué se alimentan los ciervos

 

Mi mano se abre para recoger el sol

hacia adentro

como hoja

que no se quema.

Respira.

 

Soy planta enredadera en ventanuco

que palpa

con aéreas puntas digitales

otras yemas y brotes

florecidos en tallo verdoso

encerrados en tiestos de arcilla.

Balcones.

Orientados al norte o al sur.

También hacia ese lugar

donde nació la bruja mala del Oeste.

 

Mi abuela en habitáculos sagrados

-recipiente y confín-

cultivaba geranios pimentón y moradura

blancos geranios de nácar.

 

La vida se enclaustra dentro de la vida.

También en los senos maternales

y yo no sé

si el descubrimiento de esta médula vegetal

nos transforma

en seres próximos a la piedra.

O nos devuelve

una humanidad

serena, absoluta y agria.

 

Las enredaderas aman

y anudan

con nudos de vida robusta,

y digitales puntas áreas

de enredadera roja

salvan el vacío trapecista

del aire interpuesto.

 

Como abismo.

 

Enredaderas tejen la tela y el ala,

y tocan la luz

con textura de carne

y transparente pellejo,

cuando el viento es tan puro

que hasta los pájaros

han enmudecido en muerte.

 

Pero la enredadera es termal y roja,

y rompe

la calidad de

la cápsula, tiesto, nido, crisálida-clavel,

y más tarde

vemos desfilar

pato, camaleón y osezno,

renacidos moradores de cloaca salvaje,

por el centro exacto centro

de las avenidas.

 

Y tenemos, no la fe,

sino esperanza

en que nuestras raíces

también sean voladoras.

 

Porque queremos revivir

el tacto de la mano de una madre

y aún ignoramos

de qué se alimentan los ciervos.

 

Y las palomas de alcorque.

(Monjitas, 2022)

 

Mercedes Cebrián

Madrid (España)

Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Estudios Culturales Hispánicos por Birkbeck, Universidad de Londres y en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pensilvania (EE. UU.).

 

​Fue becaria de creación literaria en la Residencia de Estudiantes de Madrid (2002-2004), donde coincidió con otros escritores —Sandra Santana, Mariano Peyrou y Andrés Barba—, así como con el compositor Miguel Álvarez-Fernández y la artista visual Beatriz Barral; y de Ledig House (Hudson, Nueva York); en la Academia de España en Roma; en el Civitella Ranieri Center (Italia), en la Fundación Valparaíso (España) y en la Fondazione Santa Maddalena (Italia).

 

​Ha colaborado en diversos medios, como el suplemento Culturas de La Vanguardia, "Babelia" y El Viajero de El País y sus textos han aparecido en las revistas literarias Turia, Eñe, Gatopardo, Revista de Occidente y Letras Libres, así como en Circumference, de la Universidad de Columbia. Ha sido columnista del diario Público. (Wikipedia)

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 © Amable González

Claves de nuestra fauna

 

Popularizar la mula, cuya pulcra

figura representa el principio de

adaptación reducido al mínimo.

Marianne Moore

 

Nos convendría saber más

sobre la mula. Porque la mula

se adapta a climas

áridos, porque tiene la pezuña

idónea para lo pedregoso. Porque

plantea problemas:

         ¿se dice mula o mulo?

         ¿es un nombre epiceno?

Hija de asno y de yegua, decir

mula es como decir ángel: la boca

se nos llena

de la misma esterilidad, del mismo desinterés

por el género, aunque los mulos hembra, con esfuerzo,

paren potros pequeños.

 


¿Pensaron a la mula en un laboratorio

o fueron las ganas, irrefrenables ganas

de juntarse, del burro y de la yegua? La clave es la textura

del suelo, el braille caliente que soporta y desgasta y avejenta

pezuña, y con esto me olvido de la España

más verde (estoy hablando entonces

de la España que raspa).

 


La mula no fue hecha

para pisar mullidamente el césped

de los parques

Hablando con el éxito

 

Mis logros, no sé ni en qué unidades

referirme a ellos, si en libras esterlinas, en vatios

o en barriles, qué más da si mis logros

sentados a la mesa frente a logros ajenos

no saben mantener una conversación.

Los míos se ponen a pensar por qué no avanzo, quizás

me falta combustible o me dormí

conduciendo un camión en plena madrugada.

 


Es como la tragedia del enano alto: nadie le cree al decir

“Soy un enano de un metro noventa”, no pasa

por enano, y sin embargo se come las tostadas

secas, siempre sin mermelada, porque no llega al tarro

del estante de arriba.

 


Cómo decirle al profesor que algunos

de los conceptos de la clase de ayer

no me quedaron claros (mis ancestros

me transmitieron su ignorancia

creyendo que se trataba de un valor.)

 


Hay cosas que suceden

en retrospectiva: fui Miss España

a los veintitrés años y lo descubro precisamente hoy.

Acabo de vomitar unos pimientos fritos

de hace cuatro meses y es ahora cuando siento molestias

y pesadez de estómago. Es la sota de bastos

quien me pega con su arma de ficción.

El basto no era hueco, era duro por dentro: tantas partidas

en la sobremesa y no nos dimos cuenta.

 


Estoy tranquila: mi venganza es la venganza

de la naturaleza. No soy yo quien impondrá el castigo,

antes bien son las coplas de Jorge Manrique

a su difunto padre

quienes están a cargo de toda la gestión.

Ayer y hoy del kiwi

 

Yo era una niña el día que desembarcaron

los kiwis en España. Yo era una niña española y ellos en cambio

eran calvos y verdes, cansados por el viaje desde Nueva Zelanda.

Probablemente llegaron en un contenedor

de ocho pies por cuarenta al puerto de Algeciras,

Barcelona o Bilbao

(tenemos tantos puertos en los que recibir

especies de otros mundos)

¿Cómo hicieron para evitar los golpes

durante el largo viaje?

Los primeros, recuerdo, estaban siempre duros.

Eran inmadurables, eran como yo ahora.

Para anunciarlos, ampliaban la foto de uno de ellos

partido a la mitad. De un verde extraordinario

y con esas semillas color negro: comérselo requería valor.

(Dicen que hay una foto de Nikita Krushev comiendo un

kiwi en una recepción en los años cincuenta. No he podido encontrarla)

 


No olvidemos que el kiwi, además de una fruta

es el nombre de un pájaro. Recordemos también que ningún animal sonríe a los humanos con ganas de intimar. A ver si sois capaces de leer bien sus gestos: la mueca de ese chimpancé al descubrir la encía es su preparación para el ataque.

 

 


Mientras tanto, los inmigrantes

que llegaron a España desde Pakistán el mismo día que el kiwi acordaron bajarle el picante a todas sus recetas

y lograr que pasasen por platos de la India.

 

Tres décadas después, el curry nos parece

un plato regional y hay kiwis españoles

que nacen aquí mismo, bajo plásticos sucios

quemados por el célebre sol de Andalucía.

El kiwi ahora está devaluado, tuvieron que inventar

uno más dulce llamado kiwi Gold y asi reconducir

nuestro deseo de nuevo hacia su pulpa.

 

 

Sofía Crespo Madrid

Valencia (Venezuela)

(Valencia, Venezuela, 1995) es poeta, traductora y licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, donde obtuvo una beca de colaboración (2017-2018) en el Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana para estudiar la obra de Rafael Cadenas. Editó para la revista Canibalismos (2015-2017).

 

Ha publicado "Tuétano" (Fundación La Poeteca, 2028), "Tuétano/Marrow" (Ojos de Sol, 2020) en edición bilingüe y Ayes del destierro (Libero, 2021). Sus textos también pueden encontrarse en publicaciones digitales, como Buenos Aires Poetry, Poesía UC, El puente es la palabra (antología de poetas venezolanos en la diáspora), El Cautivo, Digopalabratxt, Enfermaria 6, entre otros.

 

También ha traducido del portugués Todo tocar es una canción de Carla Carbatti (Libero, 2022). Ha publicado textos en diversas revistas digitales en América Latina y la Península, como Periódico de Poesía (UNAM), Revista Mercurio o Fundación Pablo Neruda, entre otras. Ha sido editora de la revista Canibalismos (2015-2017). Forma parte del colectivo Escritores Cordillera, comprometido con el archivo de la literatura venezolana. Es más feliz en bicicleta.

Actualmente vive en Madrid (España)

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© Vanessa Leal Soto

Selección de poemas de Ayes del destierro (Libero, 2021), Tuétano (2018) y una ñapa

 

I


¿Quién, si yo gritara,

me oiría desde las cortes judiciales?

 


Por el canto recorrí

los caminos de la fiebre

entre las fosas de las carpetas el modelo siete veinte cero noventa cero treinta y cinco

en la oficina donde se tramita la solicitud de la solicitud

sobre el cuaderno explayado

país de procedencia ninguno

con copia compulsada de mis obsesiones

yo quisiera un antecedente ahora mismo, un rastro

de las venas que quise dejar frente a la puerta

cerrada del boletín oficial del estado

 


Ningún ministerio me impidió asistir

al prodigio del amor

ese espasmo breve

aunque en el buzón tardaba tu mano

la que no llegaba nunca

para empujarme hacia la vida.

 

(inédito)

 

 

II

 

 

 

Yo era un pez sentado. Protesté las manos gruesas de los hombres, no quería ser más que viscosidad. Ellos anunciaron mi sexo como un grano de café y cortaron la sierpe enrevesada para evitar que nadase. Así fui arrancada del primer silencio.

Después vino el segundo silencio: lo había heredado de las mujeres que me precedieron. Vengo del silencio de una madre. Ella viene del silencio de su madre. Una caligrafía rota, una maleta y un miedo desde aquel enero.


Descubrí que la mudez tenía pliegos. Yo transitaba sus estrías sordas.

 


de Ayes del destierro (Libero, 2021)

 

 

III

 

 


CATATUMBO


esto leí en el lago:

la degradación de tu padre
comenzará con una boca desigual
extendiéndose
por aquel inmenso desierto de pasos
hasta sus alucinaciones de piedra

el lago se pudrirá bajo la lemna naciente
y un parásito sin garganta engullirá su rostro
(la luz ya no lo tocará)
sus pies de cera flotarán en el verdor vertiginoso
del lago debajo del lago

tomará el bastón tu viejo para llorar agarrado a algo
hombre que aún ama
inmóvil
alejado del puerto y del jazmín

 

 

 

(de Tuétano, 2018)

Valeria Correa Fiz

Rosario (Argentina)

Valeria Correa Fiz es una escritora argentina, residente en Madrid. Es autora de los libros de relatos La condición animal, seleccionado para el IV Premio Hispanoamericano de Cuento “Gabriel García Márquez” y finalista del Premio Setenil 2017, y Hubo un jardín, ambos publicados por Páginas de Espuma; y de los poemarios El álbum oscuro, El invierno a deshoras, Museo de pérdidas, Así el deseo (plaquette) y Perder el sur. Su poesía ha sido distinguida con el I Premio Internacional de Poesía “Manuel del Cabral”, el XI Premio Internacional de Poesía “Claudio Rodríguez” y el III Premio de Poesía “Clara de Campoamor” y traducida al alemán y próximamente al inglés por Sundial House, la editorial de Columbia University. Coordina el Club de Lectura del Instituto Cervantes de Milán e imparte talleres de escritura en Milán y en diversas instituciones madrileñas.

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© Isabel Wagemann

HABITACIÓN DEL SILENCIO

 

Soy la mujer que te recuerda y espera desnuda en la habitación del silencio.

 


Ven:

llora entre mis piernas,

bebe del cuenco de mis manos el agua pura.

Estoy esperándote hace tiempo; te he amado hasta en las pérdidas.

 


Ahora regresa:

deja que te hable con la suavidad de las palabras olvidadas,

cierra los ojos, yo también los he cerrado al mundo.

Reconoceré tu cara con mis manos, en las sombras, igual que un ciego.

 


Vuelve:

no te demores en viejas suturas,

el viento borrará las últimas huellas del azul de metileno.

Voy a salvarte de todo

 


hasta de la aguja temible de ti mismo.

AMERICAN DREAM

 

It's a sad vacation/ what can I say.

 


Johnny Thunders

 

 

 

Las interminables carreteras.

Los diners y sus letreros de neón azules: el café de filtro, el kétchup en todas las mesas.

Elvis sonando en el coche alquilado y tu mano en mi rodilla mientras conduces.

La tierra roja, el polvo en suspensión.

Los campos amarillos de maíz y un par de cuervos.

El calor, las tensas vías de los trenes, su reflejo plateado.

Los animales muertos al costado de aquel camino.

Un par de zapatillas sin cordones.

 


Y luego:

el aire pegajoso del desierto; los cactus, el gusto arena en la saliva,

más zapatillas abandonadas.

Las llantas y las latas de Coca Cola apiladas en aquella gasolinera.

Las cervezas heladas.

Los labios resecos del indio de la gasolinera mientras cuenta las monedas.

Las paradas para fumar; el humo en tu boca, tan Dean.

Tu chaqueta de piel con las solapas vueltas, tus gafas oscuras.

 


Y por la tarde,

la tormenta bíblica y tu pelo revuelto.

Al viento, las banderas americanas.

Las banderas americanas hasta en la sala de billares y en los baños.

Tus dedos sobando un billete de cien dólares que nadie quiere cambiarte.

El deseo con el que me miras (ya es de noche)

cuando aquel mexicano junto al jukebox me susurra:

oye, nena, esta canción es para ti.

 


Me guiñas un ojo.

Mis manos buscan las tuyas,

y cuando subimos al cuarto

se enlazan alrededor de tu cuello mientras te beso.

El gusto de tu lengua en mi lengua.

Mis ojos entornados.

Tu perfume cuando me aprietas contra tu cuerpo

y ya estamos desnudos.

 


Todas esas cosas que no vivimos

pero que imagino para nosotros

son mi sueño americano.

GIORDANO BRUNO (1548 – 1600)

 

A mi hermana Uyi

 


Quien contempló largamente las estrellas

lleva consigo ese fervor

como si propagarlo fuera su tarea.

 


Imagínate,

eso le tocó en suerte a Bruno:

proyectar sobre todo aquel que se acercara

–en la humedad de su pupila, animal astral–

las cifras nocturnas de la luz.

 

 

 

Pon en tu horizonte una estrella

–el cielo tiene que estar siempre cerca:

estás cosido a cada una de esas piedras frías,

resonando contra el tiempo

en el lecho de lo oscuro–.

 


Pon en tu horizonte una estrella

y pide esa misma fuerza

que sin descanso las sostiene.

 

 

BABILONIA

 

A Diego Krischcautzky

 


Cada dos por tres se vuelve a fundar Babilonia,

cada dos por tres Rómulo mata a Remo, Caín a Abel, un soldado a un civil,

cada dos por tres las bolsas, las bombas, los volcanes explotan destruyendo

las Tablas de la Ley y el Orden Pompeyano.

 


Todo lo que brilla no es oro, pero ahí está el becerro y ellos lo adoran.

 


Se encienden los vitrales de una catedral y tu monitor Apple

con idénticos y falsos brillos; y aquel hombre –la cabeza gacha,

sentado como un Hopper en una habitación de hotel–

se vuelve a colocar el anillo de bodas.

 


Ahí están las Arcas de la Alianza,

de Noé,

del Tesoro de la Nación,

la de las treinta monedas de plata,

qué más da,

si ellos todas las profanan.

 

 

 

Cada dos por tres va Judas y da un beso con lengua de pez en la boca.

Se abre en dos el mar Muerto, y pasa una mujer sirena que traiciona la manzana

a la que la fecha de Tell partió al medio,

mientras una víbora modula el tiempo en sus anillos cascabel,

y Newton, con un gesto silencioso,

anuncia la terrible gravedad del asunto

en cadena nacional.

 

 

 

Cada dos por tres te dicen que te aman y santifican tu cuerpo.

Cada dos por tres te alambran con púas, ese holocausto.

Cada dos por tres te encierran en la jaula, y cuando escapas,

no encuentras el Edén:

no sabes adónde ir y enciendes la tele, ese falso Paraíso de película.

 

 

 

El hombre del clima anuncia un diluvio.

Bombardean Jerusalén celeste.

En el telediario exhiben tres sacerdotes asesinados,

como si el matadero fuera un espectáculo.

Los leones propagan el brillo de sus dientes desde el círculo de la MGM, ese otro circo.

 

 

 

Y compruebas que:

Cada dos por tres se funda Roma

Rómulo y Remo son amamantados por una loba porque el hombre

es lobo del hombre, qué remedio.

 


No les vale Hobbes, ni Rousseau, ni Montesquieu.

No les valen los Santos Evangelios.

No les vale lo sagrado del arte, ni el arte sagrado,

ni lo que anuncia

en silencio

la fábrica del Universo

cada día.

 


Cada dos por tres cualquier ciudad es Gomorra,

cualquier hombre, Pilatos o Judas,

cualquier mujer es Eva.

Se derriban todos los templos, la serpiente enseña sus colmillos en eco-piel,

el Ángel cae exhausto.

 


Una de sus plumas flota en el aire

y con ella alguien escribe la historia,

y comprendes

que todo es igual desde el inicio

pero distinto como un código de barras,

–esa cárcel de líneas verticales–

que indica el precio que deberás pagar

y que no sabes

hasta que te lo reclaman.

.

Luisa Pastor

LUISA PASTOR (Orihuela, 1974). Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante (1997). Desde 1999, ejerce como Profesora de Lengua Castellana, Artes Escénicas y Literatura Universal. En 2009, funda con Álvaro Giménez el Grupo de Poesía Escénica y Audiovisual Auralaria, asociación cultural relacionada estrechamente con la Fundación Cultural Miguel Hernández. En 2020, publica su primer poemario, Las rosas terminan, inaugurando la actividad editorial de la agrupación con la Colección de Poesía “Aledo”. Su interés por la literatura norteamericana la ha impulsado a explorar, asimismo, el campo de la traducción. Su trabajo más significativo en este ámbito ha sido Los hombres y las moléculas, una selección de poemas del poeta y químico estadounidense Roald Hoffmann (Auralaria Ediciones, 2023).

Ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras. Pier Paolo Pasolini Los que sabían ya no saben. Saltan con el tren, ruedan con la rueda. Henri Michaux

 

EL PESO ILUSORIO

 

I

 

Las puntas de los lápices Se tiene por un acontecimiento hermoso Pero nada más nacer los hombres empiezan a colisionar entre sí. Nada más salir de su escondite, se buscan y se encuentran en una orgía de aniquilación que dura hasta ahora. Y para eso se le ha diseñado, y para eso se le ha enseñado a afilar las puntas de los lápices.


II

 

Si un flamenco emprende el vuelo Se tiene por un acontecimiento hermoso La primavera avanza, la vegetación florece, abre sus membranas, esparce sus esporas. Una misteriosa llave abre un mundo aún sorprendente que nos cuesta distinguir, en una realidad edificada que nada sabe de grullas, erizos rojos de mar o medusas inmortales.


III

 

La noche en los tejados Se tiene por un acontecimiento hermoso Y sin embargo el peligro es real. Los hombres están rotos, la humanidad se ha entregado colectivamente al vasto campo de la esclavitud. No se frena el ritmo para hacer de este mundo un lugar común

LA MUJER NORMAL

 

No has osado acercarte a ella, todavía...

 

La mundanidad de tu oponente,

su dulzura, tan infinitamente

expuesta, resultan acusadoras,

hostiles a un ser como tú,

que vive para sí, despreciando

en lo hondo aquello que encubre,

espoleada hasta la fascinación

por el egoísmo y el desencanto.

 

Ella teme el desvelo fortuito,

el golpe de fuera, sin más;

el tuyo, inhumano, viene de dentro,

con la helada de una premonición.

 

Con mansedumbre encaja

-¡qué suave, la mujer normal,

qué dulce!- los pedazos

de su ánimo resquebrajado.

 

Mientras tanto, tú contraatacas,
rompes con ella
y de forma definitiva, la paz,
con un solo corte limpio buscando


la espectacularidad del hundimiento

UN LUGAR NUEVO
HABITADO POR HORDAS

 

Parafraseando un poema
de William Carlos Williams,
todo lo que asciende
está llamado a descender.
El amor, también.
Y si en la subida
no hacíamos otra cosa
sino anhelar cada día
el momento de alcanzar la cima,
la ceguera del esplendor,
ahora sabemos cómo,
con el advenimiento del éxtasis,
nos aguardaba ahí mismo,
agazapada, la caída...
Un abismo,
un descenso
desgarrador, tenebroso,
infinito...
Un lugar nuevo habitado por hordas
donde los recuerdos
desplazan todo proyecto
que no se parezca al hecho
de
morir
un paraje insospechado
-el de la consumación-
donde tú nunca me has querido
y yo ya no te quiero a ti

 

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